El quicio by Elisa Victoria

El quicio by Elisa Victoria

autor:Elisa Victoria [Victoria, Elisa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2021-11-01T00:00:00+00:00


Mi madre vuelve con el chándal azul marino y una mochila celeste, se acerca y me da un beso en la cara.

—No te he tocado el pelo, ¿no?

—No, mamá, todo bien.

—Vale, vuelvo en un rato.

—Vale.

—Si sales llévate las llaves.

—Sí.

—¡Y alegra esa cara!

Le sonrío estirando la boca con los ojos muertos y siento que ahora soy yo quien le da pena a ella. Qué cruz, darle pena a una madre. Los populares nunca dan pena, y menos a sus padres. Pueden despertar ira pero no tristeza. A lo mejor cuando los que están saliendo rompen y lloran lo pasan mal en este sentido, pero eso son problemas de muy buena calidad, implican que había una relación previa, y de todos modos pronto están con alguien más, siempre pasa. Cuando nos dan las notas y han suspendido un montón se vuelve una desgracia más seria. En esos momentos una parte de mí disfruta porque yo no les tengo miedo a las notas y me gusta no ser quien sufre tres días al año. Nunca me ha quedado ninguna. Los populares inspiran sentimientos potentes. Discuten con los profesores, con sus padres, discuten entre sí, de vez en cuando se pelean a hostia limpia en el recreo. Despertar rabia es mucho más digno que despertar pena. Mi madre cierra la puerta al salir. El sonido de la tele encendida me inunda de soledad. Miro la bandejita sobre la mesa junto a la gota de café de la cuchara, que empieza a secarse, y le paso la servilleta por encima. Qué más da, por qué tendría que limpiarlo todo ella. Recuesto la espalda con resignación pero intento no aplastarme mucho el pelo por detrás. Respiro hondo y me vuelvo a erguir para agarrar el bocata con decisión. No hay derecho a que un bocata tan a mi gusto se quede esperando sobre el plato así. Le doy un mordisco enorme y se me llena la boca hasta el punto de no poder mantenerla cerrada. El chocolate cruje y se mezcla con el pan dando lugar a una masa jugosa difícil de abarcar. Me lo trago con un gran buche de zumo y al pasar por la garganta me duele porque se ha formado una bola gorda que apenas cabe. Me he engollipado pero de algún modo la sensación me ha calmado los nervios así que repito la operación. Es mejor así, rápido y eficaz, que no me pillen merendando si llaman, más seguro, más cómodo. En tres bocados se ha terminado y voy a dejar los restos en la cocina mientras mastico todavía. Me gusta la plenitud que brinda devorar así la comida, siempre me ha gustado comer despacio porque mi abuela lleva insistiendo en que se hace mejor la digestión de esa forma desde que me estaban enseñando a comer y esta pequeña desobediencia resulta divertida, sabrosa. Donde otros fuman y se enrollan yo me empacho de pan con chocolate, por qué no. Los macarrones me sentaron bien y no siento la barriga hinchada, tengo margen, no hay por qué preocuparse.



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